
En una noche fría y oscura, unos niños jugaban alegremente en su verde y mullido jardín. De pronto su pelo fue mecido por un suave viento. Miraron la luna brillante en la oscura noche y vieron como poco a poco se iba apagando. De pronto todos sus ojos se convirtieron en bolas de cristal que admiraban a la luna. Tristemente la luna dejó la noche y con ella las sorprendidas caras de los niños. Así dejo pasó al ardiente sol con un nuevo día. Los niños regresaron a la noche siguiente para volver a verla pero esperaron y esperaron... y no se repitió el bello eclipse.
Francisco Cabrera Bolaños y Miguel de Manuel Lorenzo
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